Encontramos distintos tipos de estas
danzas:
De mástil o lanza: alrededor de un palo los 12
danzadores van entretejiendo unas cintas de colores mientras ejecutan
determinados movimientos. Los acompaña un porta-mástil y un tamborilero que
además a veces toca el pito o flauta. Los danzadores tocan castañetas. La
melodía que se baila es un tajaraste. En la vestimenta hay cintas y fajas de
determinados colores. La indumentaria más completa y mejor conservada es la de
la danza de Güímar.
-Danza de Cintas
de Güímar, que se detalla más adelante.
-Danza de Cintas de El Escobonal,
relacionada con la de Güímar aunque diferente en el vestuario. En este caso los
niños visten de marinero. Esta indumentaria se debe a que El Escobonal tenía un
puerto de mar de los más importantes del sur de la Isla: El Tablado, por donde
desde el siglo XVI se embarcaron enormes cantidades de madera de los montes de
Agache para construcción de barcos, viviendas, etc. Parece ser que en
1999, junto a la Danza
de niños salió otra de adultos, como siempre se hizo tradicionalmente y
bailaban de manera mucho más viva y ejecutando saltos y figuras más
complejas.
-Danza de Igueste de Candelaria
-Danzas de San Diego, San Benito y
Las Mercedes en La Laguna
-Recientemente se ha formado una
danza en El Tablado, barrio de El Escobonal, a semejanza de la de ese núcleo
Danzas de flores: los
danzadores en lugar de cintas portan varas semi-rígidas sujetas al mástil,
adornadas con flores. La danza consiste en movimientos rápidos y cruces de los
danzadores que tocan chácaras. La vestimenta es camisa y pantalón blanco,
bandas de colores y sombreros de paja adornados con flores, plumas y largas
cintas. En este apartado se incluye la danza de Tegueste y la danza de Guamasa.
Danzas de varas: Los bailarines van unidos por varas
adornadas con papeles de colores. Dirigidos por el guío van ejecutando diversas
figuras. En la parte correspondiente a la danza de Las Vegas se recoge una
información detallada, en base a entrevistas de campo e investigación personal.
Las tres danzas de este tipo se sitúan en Granadilla (Tenerife) y están
relacionadas entre sí, derivando unas de otras: danza de Las Vegas, danza de
Chimiche y danza de Charco del Pino.
Las danzas procesionales de
Güímar
Una de las representaciones culturales que desde épocas
remotas se mantiene en Tenerife es la danza de Güímar. Güímar es un municipio situado en el
este de la isla de Tenerife, que comienza en el volcán
de Arafo
y acaba en el barranco de Herques. Comprende las
poblaciones de Balandra-Los Picos, Chacaica, Chacona, Chimaje,
Chogo, El Escobonal, El Socorro, El Tablado, Guaza,
San Pedro Arriba, San Pedro Abajo, San Francisco Javier, La Caleta, La Hoya, La Medida, La Puente, Lomo de
Mena, Los Barrancos, Pajara, Puertito de Güimar, Punta
Prieta, San Juan y el barrio de Fátima.
La
Danza
de las Cintas es una de las manifestaciones más características y queridas en
este municipio. Danza se refiere al
grupo encargado de participar en una procesión religiosa con acompañamiento
musical y coreográfico, para dar mayor realce al acto litúrgico. En el cortejo
procesional, la danza aporta el
elemento espectacular de la música y el baile. Tradicionalmente, para organizar
una danza debía obtenerse licencia
del obispado; normalmente bastaba el consentimiento del sacerdote
correspondiente que amparado en el derecho de costumbre, no solía ofrecer
impedimento. En los primeros momentos, el responsable tenía una vinculación
directa con esa iglesia o parroquia. Una vez recibido el permiso, organizaba lo
necesario: danzantes, palo, cintas, vestuario, instrumentos y músicos. La danza
procesional llegaba a tener categoría de hermandad o cofradía y ante cualquier
contingencia era el sacerdote el encargado de administrar el orden o de
decidir.
La danza de Gúímar nace en el año
1788, según documento sacado a la luz pública por don Manuel Acosta González,
en el que un grupo de vecinos se dirige al Juez Real solicitando "que se
facilitara una Danza, que formen antiguos vecinos y con la más tranquilidad y
respeto acompañen la procesión, como así se practica en los pueblos de Arico,
Granadilla y Villla Flor (sic) y otros muchos".
Como desde antiguo el casco se había dividido entre
"Güímar de Arriba" y
"Güímar de Abajo" para organizar las fiestas, los años pares se
asignaba la danza, íntimamente unida a San Pedro, el patrono, a "San Pedro
de Arriba" y los años impares a "San Pedro de Abajo", surgiendo
una rivalidad entre ambos que ha sido un factor importante para la
supervivencia de la danza. El grado de brillantez en las diferentes procesiones
suponía motivo de honra o vergüenza. Así que los encargados del
"ramo" se esmeraban en que todo saliera lo mejor posible. El ramo es la manera como se conoce
tradicionalmente al palo de la danza. Quien tuviera el palo o ramo era el encargado de velar por la
danza. Si una persona dejaba la responsabilidad, entregaba el palo o ramo a su sucesor. Como en la ciudad de
Güímar se han mantenido dos ramos, se
habla de la existencia de dos danzas, una en cada distrito festivo.
La presencia de la "danza"
en las fiestas es muy señalada, ya que participa en cinco procesiones: la
antevíspera de San Pedro (el día 27 de junio), cuando la imagen parte de la
iglesia principal y acude a la ermita del distrito correspondiente; la víspera
o del regreso; la del mediodía; la de la noche y la de la octava. La danza ocupa
un lugar preeminente en el cortejo procesional, pues es la encargada de
anteceder a las andas en las que se porta la imagen del santo; en el caso de la
fiesta de San Pedro, al ser en honor de San Pedro y San Pablo, el orden de la
comitiva es: primero la danza, después la imagen de San Pablo, la imagen de San
Pedro, y por último las autoridades, el clero parroquial y la banda municipal
de música. Además, la danza participa también en las procesiones en honor a la Virgen del Socorro, la
noche del siete de septiembre; antes también lo hacía en las fiestas de San
Antonio y las de La
Candelaria de la ermita de Chinguaro.
La danza también podía actuar como homenajes a personas
consideradas. Por ejemplo, hubo años en los que el día de San Pedro visitaba
determinadas casa particulares "danzando" para ellas. Con esta
función ligada al homenaje, se acudió junto al patrón a la Laguna, a la consagración
como obispo del güimarero Don Domingo Pérez Cáceres, el 21 de septiembre de
1947.
Asimismo, y desde principios del
siglo XX, la danza de Güímar realizaba salidas
para tomar parte en actuaciones relacionadas con la exaltación regional o con
actos costumbristas, visitando la plaza de toros y la plaza de La Candelaria, así como
célebres romerías.
La danza de Güímar, como ya se ha
descrito, consta de doce danzadores, el mantenedor del palo y un tamborilero.
Además, siempre hay varios colaboradores que velan por el cuidado de los
componentes y un ensayador que se
encarga de corregir y animar en los momentos de decaimiento.
En el momento en que se realizó este
trabajo, la danza contaba con dos ensayadores, uno de ellos, el que más tiempo
lleva, Félix Delgado Gómez, de 72 años, comenzó en el año 1960 a aguantar el palo. “Yo aguantaba el palo, estuve aguantando el
palo 40 años; salíamos pa Villasol, Adeje, San Benito, pa los pueblos. Antes
íbamos a donde nos llamaban. Ahora salimos por los días de San Pedro na’más. Y en el Socorro. En El Socorro bajamos el día 7 y
subimos el día 8 y vamos pa la octava otra vez” (Félix Delgado Gómez, 72
años, recogido el día 26 de junio de 2008). Tiene dos sobrinas y una hija que
participan en la danza actualmente. El otro ensayador es desde hace 8 años el
sostenedor del palo, hecho habitual porque su figura es importantísima dentro
de la danza, ya que sólo un giro en su posición haría que se traben las cintas.
Su misión es dirigir a los danzadores, corregir si se confunden en los pasos o
se retrasan con las castañetas, que deben coincidir con el toque del tambor.
El palo alcanza los cuatro metros de
altura y habitualmente está pintado con una línea espiral de arriba abajo; en
su parte más alta, de donde parten las cintas, está colocado un ramo de flores.
De ahí el uso de ramo como expresión
para designar al conjunto de la danza. Junto a las flores cuelga un roscón de
pan confeccionado para las fiestas. Las cintas, que normalmente son de seda,
suelen tener hasta siete metros de longitud y sus colores están en consonancia
con la jerarquía existente entre los danzadores:
rojas, amarillas y azules. En los últimos años esta disposición se está dejando
a un lado buscando otros tonos como verde, rosa o blanco.
En cuanto a los danzadores
–como son conocidos por la tradición local-, antiguamente eran varones mayores
de edad; en torno a la guerra civil española, en los años cuarenta, se produjo
un cambio de adultos a jóvenes y desde entonces el papel de danzadores queda desempeñado por niños
que no suelen superar los catorce o quince años de edad. Esporádicamente se
hacen puntuales apariciones de una danza compuesta por veinticuatro miembros,
doce niños con el traje propio de danzador
y doce niñas con el traje de maga,
que bailan en el mismo palo, “doce de dentro y doce de fuera”, es decir,
enredan en dos alturas diferentes. Según nos han contado en el pueblo, cada vez
es más difícil encontrar danzadores. A los chicos les ha comenzado a dar
vergüenza, así que, tanto en San Pedro Arriba como en San Pedro Abajo, han
incluido mujeres en la danza, en el año 2008 por primera vez (en San Pedro
Abajo ya lo hicieron en el año 2007). En San Pedro Arriba, concretamente,
cuentan con ocho niñas y cuatro niños. También ha sucedido que como cada vez
son más jóvenes, hace unos años que han comenzado a simplificar, facilitar la
danza.
La vestimenta
Los danzadores y el mantenedor del
palo van ataviados con un traje de ceremonia muy espectacular, sobre todo por
el tipo de gorro, conocido por el pueblo como turbante. Su estructura es de cartón con forma cilíndrica, sobre el
que se cruzan dos arcos, también de cartón. Todo ello está forrado en tela,
generalmente de seda, de diverso colorido. Sobre este fondo se colocan flores,
antiguamente de papel, hoy de plástico, en compañía de “prendas”. Estas
“prendas” antiguamente eran piezas de oro y plata, desde cadenas hasta anillos,
que aportaban la familia o allegados del danzador,
en forma de préstamo. Hoy día se han sustituido por piezas de bisutería y
lentejuelas. Lo más probable es que antiguamente fuera un gran compromiso para
los danzadores adornar el turbante con la dignidad social requerida. Prueba de
ello es que en la parroquia se guardaba un turbante para el danzador más pobre,
que no poseía medios para adornarlo debidamente. Hoy día, el peso de este
gorro, que puede sobrepasar el medio kilo, supone un inconveniente, e incluso
un sufrimiento, para algunos pequeños danzadores.
En la parte superior se puede ver un ramillete de flores de colores con una
lazada de cinta roja. Los ensayos de la última semana son con el gorro, que
dicen que es lo más representativo, para que se acostumbren a bailar con él.
María, nos cuenta que lleva muchos
años haciendo los gorros; ella hace la estructura con una cartulina, la forra y
va pegando con los adornos que le traen los niños y sobre todo las madres, nos
cuenta ella, incluyendo variaciones sobre todo porque la bisutería que cuelgan
va cambiando y la incluyen según lo que se lleva en el momento, de acuerdo con
el gusto de los niños. “la cartulina, la forro con tela y después, las flores,
de tela, que no sean muy grandes, los ramos, un lazo aquí y otro aquí y siempre
se intenta que la parte de alante sea la más bonita, que es la que más se ve”
(María, recogido el 26 de junio de 2008).
Los danzadores visten camisa blanca, sujeta por encima de los codos con
una cinta de color y otra en el cuello, ambas con forma de lazo. Los calzones
son de seda de colores variados y llegan por debajo de la rodilla y se rematan
con medias blancas. Un dato curioso relativo a los calzones es que llevan dos
pequeños bolsillos donde se guardan las castañetas al finalizar el baile. A la
cintura llevan una banda de seda de varios tonos, anudada a un lado con un gran
lazo de puntas bordadas con motivos variados como las llaves de San Pedro,
espigas o flores, entre otros. Además, los guíos
se distinguen porque llevan otra cinta cruzada por la espalda y el pecho que
antes era de color rojo pero hoy se lleva al gusto.
En cuanto al calzado, de suela y
cuero de color rojo, era elaborado por zapateros de Güímar para los danzadores
de San Pedro, de forma exclusiva y por encargo. Posteriormente se utilizó el
charol para su fabricación y hoy día se usan alpargatas o playeras también
rojas.
Estructura particular de la danza
Los doce danzadores están estructurados en cuatro guíos,
cuatro tercios y cuatro contratercios. Cada guío debía ser seguido por un
tercio y un contratercio respectivamente. Los guíos, según su posición durante
el baile, serán delanteros o traseros. Su color es el rojo; los tercios tienen
el color azul y se encargan de llenar los huecos dejados por los anteriores en
sus desplazamientos. Los contratercios, de amarillo, sustituyen a los
anteriores.
La estructura del “enredar y
desenredar” no sigue la misma estructura de otras danzas de cintas. Los guíos
tienen un papel destacado. Así, ellos solos y el tamborilero tienen el
privilegio de “saludar al patrón” , “al santo”, al inicio, durante y a la
despedida de la procesión. Además, cuando se quiere “enredar” los guíos
delanteros hacen que la danza quede dividida en dos “tandas”, cada una de seis.
Entonces, según convenio, pasará una por encima y la otra por debajo. Y las
tandas “vestirán el ramo” con seis cintas cada vez, no alternadas. Es ahí donde
radica la dificultad.
Soporte musical
El soporte musical para el desarrollo
de la danza lo aporta el tamborilero, quien de forma simultánea toca la flauta
y el tambor. La flauta es conocida como pita o pito, nunca por flauta, y se ha
descrito en el apartado anterior. Desde hace más de ciento cincuenta años la
única flauta empleada por los respectivos tamborileros de las danzas de Gúímar
ha sido de madera, de origen desconocido y transmitida por generaciones. En
1992 don Isidoro Frías Díaz dejó de aparecer con regularidad en las procesiones
y se comenzó a interpretar la danza con pitas de plástico o aluminio, lo que
supuso un cambio tímbrico importante para los oídos de los asistentes, acostumbrados
al sonido de la madera durante tanto tiempo. El principal problema en este tipo
de flautas artesanas es la embocadura, que suele aflojarse con el uso, con lo
que se altera la afinación. Por otra parte, hay dificultad para encontrar
luthieres que las fabriquen.
El tambor es completamente de latón
(incluidos los aros, que antiguamente eran de madera) y lleva un alambre en la
parte posterior que debe ser afinado con una clavija y que dota al tambor de un
sonido característico. Además, con el tensado de las obligaderas, que se encargan de apretar o de aflojar la tensión de
los aros sobre el parche, se culmina la afinación.
Además, los danzadores lleva dos
castañuelas, una en cada mano, que se denominan tradicionalmente castañetas. La falta de artesanos que
las fabricaran ha hecho que sean sustituidas por otro tipo de castañuelas sobre
todo de tipo andaluz. Cada danzador las hace sonar haciéndolas coincidir con
cada paso, en los tiempos marcados, sin ningún tipo de subdivisión. A la vez
que baila deberá recoger o soltar la cinta con ambas manos mientras “castañea”
–como así lo llaman los ensayadores-.
La música que interpreta en
tamborilero es el tajaraste, pero un tipo de tajaraste muy ceremonioso, lo
mismo que el paso de los danzadores.
Es una de las características de este tipo de danzas, ser de ritmo lento y
pausado – a diferencia de las danzas festivas, de ritmo musical alegre y
dinámico-. Además, es una danza sobria en sus pasos y mudanzas, no se separan
los pies del suelo con movimientos bruscos, sino suaves, alzando solamente los
talones. “La principal diferencia entre el tajaraste danzado y el tajaraste
bailado es que, en el danzado no se salta, la pieza se realiza según las
percusiones del tamboril; durante el baile, todas las cintas se van enrollando
trenzadas en el palo, de forma tal que, para terminar el baile se ha de volver
a la posición inicial. Todos los danzadores van cogidos a la cinta de su color
con una mano y con la otra tocan las castañetas, dando pasos hacia adelante,
hacia atrás, medias vueltas y descansos, al tiempo que van realizando
diferentes figuras: el Santo, correr la banda, poner y quitar vueltas, etc.,
con cuidado de no trabar la danza.” (información
proporcionada por Juan Carlos Díaz Castro, 52 años, de El Escobonal, Güímar, el
3 de julio de 2008)
También es característico que los
danzantes no den la espalda a la imagen religiosa que están honrando.
En cuanto al toque de la flauta, se
pueden obtener tres alturas melódicas combinando la posición de la lengua con
los tres agujeros, según el estilo trasmitido por don Isidoro Frías. Así,
durante el recorrido procesional, el tamborilero suele hacer tres variaciones
del toque en una escala más aguda, para continuar luego en la mediana. Este
orden se puede alterar según el gusto del tocador. La melodía se repite con el
fin de que los danzadores puedan llevar a cabo el trenzado de las cintas.
El tamborilero también tiene mucho que ver con el
desarrollo de la danza, ya que su ubicación y movimientos son de gran
importancia, no sólo para no impedir las mudanzas con las cintas y danzadores,
sino también para resaltar determinados aspectos como el saludo de los guíos al
santo, momento en el que el tamborilero debe acercarse lo máximo posible a
ellos para apoyarlos.
En cuanto a la figura del
tamborilero, históricamente esta figura venía de la zona de Agache,
concretamente del Escobonal. Se recuerda a Juan Díaz, “el cojo de la pita”,
quien ya poseía estos instrumentos a mediados del siglo XIX, los cuales se
fueron heredando para la animación de la danza. Gaspar Díaz (aunque en los
escritos a los que hemos podido acceder coinciden en llamarle el cojo de la
pita, también hemos leído Gaspar Díaz, en lugar de Juan) era pastor y tocaba la
flauta cuando cuidaba su ganado. Le siguió su hijo, el célebre Cirilo Díaz,
“Cho Cirilo el tamborilero”, que fue una leyenda en Bandas del Sur. Era el alma
de la danza y además del tajaraste interpretaba otras piezas como el Santo
Domingo, la Danza,
etc., amenizando las fiestas de los campesinos (Yanes, 1994).
Con más de de 80 años le enseñó a su
nieto, D. Isidoro Frías Díaz, que continuó la tradición hasta 1943,
permaneciendo durante 50 años como único tamborilero en activo de las danzas de
Güímar, El Escobonal y Fasnia. Hubo años que hacía más de 30 salidas con las
diferentes danzas. Cuando llegó el momento de tomar el relevo a D. Isidoro
Frías, se encontraron con que la figura del tamborilero estaba a punto de
desaparecer, así que en 1995, el Ayuntamiento de Güímar organizó un curso para
enseñar el toque de flauta y tambor, entregó el material y se preocupó de que
se transmitiera. Hablamos con Blas García Bethencour, que participó en este
curso: “A mí se me hizo un poquito fácil
porque yo bailé la danza; a mí me viene ya de
pequeño. El ritmo no fue para mí mayor problema; el problema fue tocar a la vez
la flauta y el tambor. Primero nos enseñó el tambor, el ritmo. Luego nos enseñó
los cuatro tonos que tiene la flauta, imitándoles a él y luego ya los dos
juntos… Hay varios toques diferentes, yo para descansar a veces hago el que es
más bajo y luego el agudo. La frecuencia depende de cada uno, siempre
respetando la tradición.”
Blas García Betencour lleva “creo que por lo menos 8 años, si no son más”
realizando esta labor; suele ir también a otros lugares del sureste de la Isla, a la danza de los
marineros de El Escobonal y a Fasnia, donde hay otras dos danzas son las que el
suele ir a tocar esta misma melodía, aunque este año no lo ha hecho porque
parece ser que hay problemas para continuar con la danza.
Las flautas se mandaron construir en
las mismas fechas en que se hizo el curso, a un constructor llamado Francisco,
de La Laguna,
que parece que las realizó con una madera africana. El modelo de flauta que se
utilizó fue la de Juan Carlos Díaz
Castro, tamborilero de El Escobonal, que aprendió directamente de
Isidorillo y es el tocador habitual.
Como ya se ha mencionado, estrechamente unidas a la
danza de Güímar están la danza de El Escobonal y la danza de El Socorro. En
ambas se interpreta el mismo tajaraste acompañando a la danza de cintas. La
danza de El Escobonal “consta de una gran pértiga, palo de la danza, con una
pequeña rueda en la parte superior que se mete en la pértiga y desde sonde se
sujetan 12 cintas, continuando aún un trozo de palo, donde se coloca un ramo de
siempreviva, un adorno o una bandera. Las cintas son 4 rojas, 4 azules y 4
amarillas o blancas; su disposición es similar a una gran estrella de doce
puntas: 2 rojas delante y 2 detrás, 2 amarillas a la derecha y 2 a la izquierda, por último 4
azules que separan las rojas de las amarillas. Los danzadores son 12 personas
vestidas con ropas de marineros, con los siguientes elementos: gorra blanca sin
visera, camisa blanca con cuello de marino azul, pantalón bombacho hasta debajo
de las rodillas de color azul, medias blancas, alpargatas blancas; además en el
color del bailador, una banda terminada en lazo y unos brazaletes con lazo de
cinta mas estrecha. El uniforme se tomó desde el comienzo, parece que,
especialmente, cuando la danza iba a la fiesta de Las Mercedes, en septiembre,
en el municipio de Arico, debido a que no había carreteras, llevaban a los
danzadores en barco y luego desembarcaban en un pequeño puertecillo que había
en la zona del Poris, de Abona, por eso lo de vestir de marineros. ” (información proporcionada por Juan Carlos
Díaz Castro, 52 años, de El Escobonal, Güímar, el 3 de julio de 2008).
En El Escobonal existe desde hace más
de 200 años; es aquí donde se originó el toque, que se unió “con la danza de
cintas de las procesiones del vlle de Güímar que hasta ese entonces tocaban el
tajaraste pero sólo con el tambor” (información proporcionada por Juan Carlos Díaz Castro, 52 años, de El
Escobonal, Güímar, el 3 de julio de 2008). Anteriormente a ésta existía
una danza de arcos de flores, sin cintas, en el que también salía un palo con
varas adornadas y con un baile similar pero durante el mismo no se trenzaba el
palo. Después se cambiaron los arcos por las cintas y la última incorporación
consistió en trenzar el palo. “Según versiones de personas ancianas de
nuestro pueblo, la Danza
existe desde hace mas de 200 años y, aunque su origen es desconocido, se sabe
que antes de danzar el tajaraste, se bailaba por personas mayores al son del
pito y el tamboril, libremente y sin danza. En los comienzos de la danza se
bailaba con un palo y unas varas enramadas sujetas a el, el baile era parecido
al actual; poco mas tarde se sustituyeron las varas enramadas por cintas de colores.”
(información proporcionada por Juan
Carlos Díaz Castro, 52 años, de El Escobonal, Güímar, el 3 de julio de 2008).
Hasta la década de
los años 20 (en el siglo XX) hubo una sola danza en el pueblo, con seis
danzadores de cada parte del vecindario, ya que el pueblo estaba dividido en
dos. Posteriormente, también se desmembró en dos, la de Arriba y la de Abajo.
En cuanto a la vestimenta, cuando tenía dos danzas, una de ellas vestía de marinero y la otra danza como en la
danza de Güímar (Yanes, 1984). El tamborilero Cho Cirilo fue el más conocido;
heredó la música y los instrumentos de su padre, “el cojo de la pita”. De
acuerdo con Yanes (1994), de aquí se transmitió a Güímar y Fasnia. Juan Carlos
Díaz es el actual tocador de pita: “Se interpreta la música de un tajaraste
muy antiguo que se ha transmitido de generación en generación:
1.820, Juan Díaz “El Cojo de la Pita”.
1.857, Cirilo Díaz “Cho Cirilo el
Tamborilero”
1.924, Isidoro Frias “Isidorillo”
1.990, Juan Carlos Díaz
En Tenerife el toque de la flauta y
el tamboril, tiene su origen en el pueblo del Escobonal (barrio de Güímar)
desde aquí se extendió al valle de Güímar, hace unos 10 años en que con una de
mis flautas se hicieron unas cuantas en La Laguna, pero para mi gusto no suenan como la
original, yo me quedé con una de las mejores que sonaban y nunca la toco porque
no suena bien; siempre han bajado a tocar a Güímar nuestros tocadores; hasta
hace 10 años que aprendieron unos jóvenes y ya mantienen el toque en la zona,
aunque suena diferente al nuestro, tocan mas acelerados con menos figuras y
adornos, no juegan tanto dentro de la escala; nuestro toque es mas pausado,
algo mas libre, caprichoso, pero dentro de una estructura. Yo siempre que salgo
a tocar, primero escucho la grabación que tengo del último tocador “Isidorillo”
con la danza, para procurar no alejarme del sonido original; aunque durante el
toque en algunas partes le añada mi sello personal, pero tengo claro cuando lo
hago.” (información proporcionada por Juan Carlos, de El Escobonal, Güímar, el
3 de julio de 2008).
En cuanto al origen de la
flauta, no está del todo claro, “sabemos que “El cojo de la Pita” que era cabrero,
encontró la primera pita en una cueva del monte donde los cabreros llevaban el
ganado a pastar en verano; en ese entonces no se fabricaban esos instrumentos
en canarias, sobre todo como el que el encontró que tenía incrustaciones
metálicas. Yo vi una muy parecida en una exposición era el Chiflo aragonés,
incluso tenía afinado similar. Suponemos que la flauta llegó hasta allí llevada
por otro cabrero, esa zona pertenecía a una data de terreno perteneciente a la
familia Fuentes Cullen, que recibió después de la conquista, se trataba de un
gran trozo de isla que iba de mar a cumbre; y tenía sus propios cabreros, se
sabe de alguno de ellos que fue traído de la península; sabiendo que ese tipo
de flautas tiene su origen pastoril, puede que alguno de ellos tuviese alguna y
se la dejara olvidada en el lugar hasta que la encontró “El Cojo de la Pita”.
La afinación que tenía la original
era LA#/DO/RE/RE#, esta flauta ya no existe, fue comida por la carcoma y las
ratas, la tenía la familia guardada en una bodega envuelta en tela, pero cuando
fueron a darse cuenta ya estaba totalmente deteriorada, sobre todo la parte del
bisel; el último tocador, “Isidorillo” me enseño a tocar y a entender el
afinado que debe llevar una flauta para poder tocar nuestra música. Poco a poco
fui mejorando el estilo hasta que pude fabricar mis propias flautas. El tamaño
de nuestra flauta es aproximado a los 40 y 50 centímetros,
según la afinación.” (información proporcionada por Juan Carlos, de El
Escobonal, Güímar, el 3 de julio de 2008).
La tradición de la danza se perdió
después de mediados del siglo XX hasta que fue rescatada en 1978 por el Tagoror
Cultural Agache, con la ayuda de Luis Bethencourt y del mismo Isidoro Frías
(también llamado Isidorillo p Siorillo, nieto de Cho Cirilo. De ambos hemos
dado noticia más arriba). “En sus comienzos la Danza era bailada solo por
hombres mayores de edad, pero como consecuencia de las emigraciones y la Guerra Civil, los
hombres se marcharon del pueblo por largos períodos, teniendo que ser
sustituidos en la danza por jóvenes. Fue a partir de esa época cuando la danza
comienza a ser bailada por jóvenes
de ambos sexos, llegándose a las danzas de niños, las cuales iban perdiendo las
figuras y mudanzas del baile; pero desde el año 1990, fue recuperada la danza
de mayores, manteniéndose activa has hoy día en las fiestas religiosas y actos
cívicos importantes de la zona” (información proporcionada por Juan Carlos, de El
Escobonal, Güímar, el 3 de julio de 2008).
Aunque después de la guerra civil las mujeres se incorporaron a la
danza, e incluso hubo épocas que salían dos danzas, una de hombres y otra de
mujeres, actualmente, la de adultos es sólo de hombres y la de niños es mixta.
En cuanto a
la danza de cintas en la festividad de El Socorro, se realiza por el mismo
grupo de danzadores que han acompañado a San Pedro cada año, es decir, si en
los años pares acompaña San Pedro Arriba, también lo hará en El Socorro, y los
años impares San Pedro Abajo. El siete de septiembre, tras la misa, el
tamborilero inicia el toque del tajaraste para que comiencen los danzadores y
continuarán durante toda la procesión hasta la despedida, en la que el toque es
exclusivo del tamborilero, sin acompañamiento de las castañetas (Acosta, 1993).